(+34) 937.641.613 - (+34) 685.365.860    info@saludcreativa.com

El perro negro

Cuanto más negamos nuestras emociones, más grandes se hacen, como “un perro negro”. Vídeo basado en el libro que lleva el mismo título y que narra la historia personal de su autor quien ha experimentado estados profundos depresivos.

 

Aprende a gestionar las emociones

Edición del programa Redes dedicada a las emociones, vistas desde el lado científico y empírico.

 

Cerebro emocional: equipados para la supervivencia y la felicidad

Vídeo de la Universidad de Navarra que trata este interesantísimo tema universal a todos los seres humanos.

 

La preocupación como origen del miedo

La pre-ocupación está asociada a una emoción en particular que es el miedo, cuya presencia en exceso nos puede llevar a la ansiedad.
Vivimos en una sociedad “atemorizada”, tenemos miedo de todo: de la crisis, de perder el trabajo, de no encontrar trabajo, de no cobrar la jubilación, etc. ¡Así no se puede vivir!
Tenemos que recuperar la calma pues sólo desde la serenidad y la confianza podemos mejorar las cosas, por el contrario desde el miedo y la desesperación sólo podemos esperar que las cosas se compliquen.

Actualmente, en bastantes sectores de la sociedad española podemos percibir el miedo generalizado, la tensión que esto conlleva, la crispación, el mal humor y todo lo que estas emociones comportan a nivel físico manifestado en todo tipo de dolores y síntomas patológicos así como en deficientes relaciones personales.

Vivimos tiempos de cambios, cambios económicos, cambios de paradigmas antiguos por otros nuevos, cambios de conciencia, es decir, estamos en crisis.
Cada vez que experimentamos una crisis, nos sentimos inseguros, asustados, pre-ocupados y conectados con la verdadera realidad que es que vivimos en la incertidumbre total. No tenemos nada seguro, excepto lo que todos sabemos, la muerte pero paradójicamente, esta única cosa de la que tenemos la certeza que es segura, algunos la vivimos como que no nos fuera a alcanzar nunca.

Si nada es seguro en este mundo excepto que nos vamos a morir, ¿por qué nos preocupamos tanto?, ¿cuál es el antídoto para esto? La aceptación de que somos seres vulnerables, de que nos necesitamos mutuamente y que estamos casi obligados a confiar y colaborar con los demás, a ser más solidarios y menos egoístas y sobre todo a confiar en la vida, ya que no podemos controlarla.

Desde mi propia experiencia puedo decir que el miedo se va afrontándolo, hasta ahora no he conocido otra forma de superarlo. Cuando viajaba, me subía en un avión o me ponía delante de muchas personas impartiendo un curso, lo normal era sentir mucho miedo; conforme afrontaba, aceptaba y respiraba el miedo, éste empezaba a aflojarse y a perder poder sobre mí.

Afrontarlo significa aceptarlo y no negarlo; a veces sentía tanto miedo que ni siquiera me daba cuenta que lo tenía porque sencillamente no era consciente de él y sufría sus consecuencias sin ni siquiera saber lo que me pasaba. Algunos de los síntomas físicos que experimentaba como consecuencia del miedo inconsciente eran dolores intensos de cabeza, embotamiento mental, zumbidos en los oídos y dolor de espalda.

Actualmente no siento miedo a la hora de subir a un avión y me siento muy cómodo delante de un grupo de personas impartiendo mis cursos y poco a poco me percato de que no tengo miedo ni a la crisis ni al futuro, pues sé que tengo los recursos suficientes para afrontar lo que me venga y saldré adelante como siempre lo he hecho.

Cuando aceptamos que sentimos miedo, nos reconocemos como seres vulnerables y lo más importante, dejamos de luchar internamente ya que si lo negamos, quiere decir que hay una parte de nosotros que no acepta a la otra parte –la que siente el miedo- y esto provoca mucha tensión interna y malestar general. Cuando aceptamos la emoción que sentimos, sea el miedo, la tristeza o cualquier otra emoción, poco a poco va surgiendo la integración de la personalidad en la que ya no hay partes que se imponen sobre otras, lo que deberíamos sentir o cómo deberíamos ser. En lugar de esto nos sentimos más relajados internamente, más integrados, y esto ocurre gracias a la auto-aceptación de quiénes somos y de lo que sentimos en cada momento.

Esto en sí es bastante simple pero no quiere decir que empezaremos a experimentar los beneficios de pronto, hace falta un tiempo para que este nuevo patrón de pensamiento y conducta se instaure en nosotros.

 

Estoy triste y puedo también sentir alegría

Impartiendo recientemente un curso de Inteligencia Emocional, al dar el encuadre teórico sobre las emociones, me resultó evidente lo siguiente: que una cosa es la emoción de fondo que podemos tener por un asunto inconcluso o por una necesidad no atendida, y otra cosa son las emociones que aparecen en las diversas situaciones cotidianas.

Por eso, puedo tener una tristeza de fondo, o alguien puede vivir con miedo, enfado o alegría que le acompañan como su sombra, y a la vez puedo experimentar otra emoción muy distinta que tiene que ver con algo que me acaba de pasar, algo que estoy haciendo, algo que experimento con alguien, etc.

Con lo que he llegado a la conclusión que hay diferentes niveles emocionales: está el nivel más superficial, el de pasar de una emoción a otra (con mayor o menor fluidez) según lo que nos vamos encontrando en nuestra actividad e interacciones diarias, y está el nivel profundo del corazón que llora, o que vive asustado, o que está muy enfadado o gratamente alegre y que no tiene que ver con lo que ocurre fuera nuestro sino con las vivencias internas ancladas.

Cierto es que según sea el fondo de cada cual, fuera también se va a reflejar en la vivencia emocional de lo cotidiano que va estar condicionada por esos contenidos interiores. Pero así y todo, hay momentos de reír, de alegría, de respiro, de otras sensaciones aunque dentro hayan fracturas.
Lo que es interesante, para mí al menos y mucho, es atender la necesidad que hay tras esa emoción anclada ya que las emociones cotidianas, en un principio, aparecen y desaparecen con la situación.

 

Cómo es la rabia inteligente

Descargar la rabia contra alguien o algo que sentimos que ha sido injusto, que ha violado nuestros derechos, que ha sobrepasado nuestro espacio, nos conduce a desahogarnos por un lado y a intoxicarnos por otro.
Es decir, descargar y liberar la rabia, la frustración, la indignación que nos haya provocado un suceso es bueno para la salud; la manera en CÓMO lo hacemos, nos puede alejar de esa línea de salud.

Nos aleja cuando descargamos CONTRA otra persona, maldiciendo, insultando, gritando o aunque sea hablando con cierta calma pero descargando contra ella. Esa energía, que ilusoriamente pensamos que descargamos contra el otro, corre por nuestras venas, nuestro cerebro, nuestro cuerpo y nos intoxica. Genera nerviosismo, ansiedad, taquicardia, desprecio, dureza, tristeza, falta de perspectiva y de visión…

Entonces, ¿qué hacer con esa emoción? La rabia es una fantástica fuerza que nos permite luchar por lo que queremos, de ahí que resulte más interesante poner toda esa energía en CONSEGUIR el resultado, el objetivo que deseamos más que en desgastarse en decir “verdades”, demostrar quien tiene razón y un sinfín de acciones estériles en cuanto a lograr lo que realmente queremos.

Así que la mejor dirección de la rabia es tomarla para ponerla al servicio de nuestros objetivos.

 

Con miedo también se puede

He escuchado decir que “No hay que tener miedo” y esto es algo que no comparto. El miedo salva vidas y sirve de aviso ante situaciones poco claras, convirtiéndose entonces en lo que se conoce como precaución o cautela.
¿Qué puede haber de negativo en actuar de manera precavida cuando no tenemos claro algo o al revés, lo tenemos demasiado claro de manera que intervenimos automáticamente, sin pararnos, sin sentir, sin ver?

El miedo NO ES NEGATIVO, es una emoción útil, seguramente muy útil cuando dejamos que haga su función que es la de proteger nuestra vida -como cuando afrontamos un peligro real tipo un incendio, una inundación, una agresión física- o la de hacernos parar y reflexionar.

Otro tema distinto es cuando el miedo nos paraliza sin un motivo externo evidente, es decir, nos bloquea por nuestros propios pensamientos o creencias que provocan que no hagamos o dejemos de hacer cosas o que hagamos de forma contrafóbica para no sentir ese malestar, esa angustia.

En resumen, cuando lo que nos decimos y el miedo que sentimos no tienen nada que ver o muy poco que ver con la realidad.

Cuando nuestro sistema de emociones funciona adecuadamente, éstas no son más que una respuesta adaptativa a algo que ocurre fuera de nosotros: frente a un acontecimiento se pone en marcha la emoción que corresponde para abordar la situación.

Así que si sentimos miedo al margen de lo que realmente sucede, entonces es verdad que nos está condicionando. Pero si dejamos aflorar esta emoción según la vida nos trae las situaciones, ¡bienvenido sea también el miedo!

 

Información recopilada y artículos redactados por:
José Manuel Torres Sánchez
Mª Rosa Parés Giralt

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies

Pin It on Pinterest

Share This