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¿Por que el aburrimiento puede ser una experiencia insufrible?

Soy formadora en Mindfulness/Atención plena e imparto cursos frecuentemente. En la última edición que facilité, al finalizar, una participante comentaba que se había aburrido. Otra persona se sumó diciendo que se había sentido muy impaciente.

Además de que eso fue, en ambos casos, lo que se puso en evidencia con este tipo de temática -toparse con su realidad- al igual que cada participante con la suya, voy a tratar en esta publicación algo detestable para muchos humanos (la mayoría ?), el aburrimiento.

Generalizando, diría que la sociedad actual busca divertimento prácticamente en todo, desde en un producto cuyo envoltorio lo sugiera hasta en cualquier tipo de actividad, incluido el aprendizaje.

Por lo que he oído de la forma de enseñar de años atrás, parece que esta era monótona, repetitiva, adormecedora. Ahora, como en otros ámbitos, el péndulo se ha desplazado al otro extremo y se pretende que la enseñanza cumpla también con la condición de entretenimiento.

Está muy bien que la educación sea divertida, especialmente a ciertas edades. En otras edades yo diría que sobre todo, si hay algo que reforzar, sería el aspecto motivador, qué motivación trae cada cual a la hora de adquirir unos conocimientos. Eso es distinto de presentar el “plato” como saltimbanquis haciendo el gran número, la cual cosa es desgastadora para la persona docente, irreverente en cuanto al contenido que se transmite e infantilizador de cara a los asistentes.

El aburrimiento, como otros tantos aspectos menos gratificantes (menos dopamínicos, menos endorfínicos), forma parte de la vida. Hay quien dice que es ahí donde reside el gran potencial de la creatividad.

 

¿Qué actitudes esconde el aburrimiento?

Se podría identificar en la tendencia hacia lo entretenido, lo divertido, lo guay, la carencia de capacidad para sostener la incomodidad, aquello que no es como se desea y se quiere que sea, o aquello que no está hecho a la medida del propio gusto, preferencia o exigencia.

A lo que se puede sumar la falta de sentido de auto-responsabilidad, auto-gestión, auto-motivación, valores que tal vez, esmerándose en hacer de la enseñanza algo divertido y entretenido, se olvidó de trasmitir (entre otros).

El punto medio -como el camino del medio del budismo- puede ciertamente resultar un buen referente para no irnos ni a viejos modelos obsoletos ni a convertir la educación en un parque temático.

La enseñanza es cosa de dos, de quien transmite y de quien recibe, de la motivación por ambas partes. Sobre todo, para mí como docente, no es un envoltorio fantástico con luces de colores que hipnotiza y seduce a la parte participante. Eso es una calle sin salida a la que nos ha conducido la moda del “abre fácil”.

En la docencia, como menciona Jaime Buhigas (profesor y fundador del movimiento de renovación pedagógica), debe haber una dirección clara, coherencia, en lo que se transmite. Coincido en ello y al día de hoy considero que eso es lo más importante, en lugar de perderse en formas, intensidad, novedad continua, que lo que hace es alimentar la exigencia en vez de darle valor a lo que realmente lo tiene.

Aprovecho para reconocerme como antigua participante intransigente que en su momento dio más relevancia a las formas que a los contenidos que luego se consolidaron y pasaron a formar parte de mi bagaje personal.

 

Mª Rosa Parés Giralt

 

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