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No agarrar, más que soltar

Se escucha la fórmula «Suelta» para hacer referencia a dejar ir todo aquello que hemos agarrado por el camino y que no nos hace ningún bien en la actualidad, que supone un peso.

Es una frase que podemos encontrar en prácticas de meditación, de relajación, de sugestión, en afirmaciones positivas o simplemente como un recordatorio para la vida cotidiana. Y seguro que tiene un efecto y un beneficio muy positivos el dejar ir pensamientos, fantasías, historias, para actualizarse aquí ahora, no seguir arrastrando asuntos viejos que desgastan, deshacerse de la presión que ejercen, experimentar liberación, distensión y un respiro.

Pero, ¿te has planteado alguna vez cómo has agarrado eso que tienes que soltar?

 

Primero de todo, ¿qué es soltar un contenido interno?

Hay personas familiarizadas con el concepto soltar, para otras es algo extraño o no llegan a planteárselo.

Por soltar se entiende dejar de alimentar ideas, recuerdos, añoranzas, culpa, remordimientos, obsesiones, preocupaciones, etc., es decir, no ponerle más energía a ese tipo de contenido/vivencia avivándolo y reforzándolo.

Soltar es hacer el esfuerzo de dejar de seguir nutriendo aquello de lo cual nos queremos deshacer y que en ocasiones, no pocas, no soltamos porque forma parte de nuestra existencia, de nuestra identidad, de estructuras de nuestra construcción de quiénes somos. Tampoco soltamos porque deseamos que ese contenido fuera distinto a lo que fue o queremos que sea de una determinada manera que probablemente no será. Tampoco porque nos empeñamos en tener razón en aquello que fue o vivimos como injusto.

Así que, ya de por sí, soltar resulta un tanto arduo.

 

¿Y si pongo la atención en no agarrar?

De un tiempo para acá me he dado cuenta que si pongo la atención en no agarrar lo que no me interesa, no me conviene o no me aporta, particularmente experiencias emocionales, me ahorro muuchoo malestar. Me ahorro tener que lidiar luego con eso, llevarlo a cuestas todo el día (o toda la vida, quién sabe!), entrar en un estado enrarecido o confuso.

Puede parecer algo sutil, imperceptible, incontrolable, pero lo cierto es que la atención se puede refinar de tal modo como para identificar el momento en el que empezamos a perdernos en alguna situación, dicho popularmente, el momento en el que «entramos al trapo».

Si tenemos claro qué es soltar historias personales, podremos tener claro que es agarrarlas. Y eso es a lo que últimamente me dedico cuando noto que se empieza a mover en el cuerpo algo susceptible de quedarme enganchada.

 

¿Que cómo hago para no agarrar?

A mí me resulta más o menos fácil a partir de la sensación que genera en mi cuerpo la reacción frente a un evento.

Pongo el ejemplo de un rifirrafe con alguien, suficiente en mi caso para que se desencadene una respuesta emocional que es dónde yo me pierdo. Tan pronto me doy cuenta de ello y pongo la consciencia ahí, específicamente en la sensación corporal más concreta o menos, para mí por lo general en el centro del pecho, de forma espontánea ocurre una breve contención del aliento y luego una exhalación (es lo que he observado a groso modo), con la intención de no dejarme llevar por esa vivencia (IMPORTANTE LA INTENCIÓN FIRME!), con determinación, esto se convierte en algo así como desenchufar la corriente que empezó a absorber esa reacción para tomarla y volverla al centro o dedicarla a aquello que esté haciendo o me interese.

Por centro me refiero al espacio testigo, observador, consciencia, presencia, o simplemente a la respiración, al cuerpo o alguna parte de este para percibir las sensaciones en ella como puede ser peso, temperatura o contacto con alguna superficie o con otra parte del cuerpo. Es decir, notar las plantas de los pies y sensación de hormigueo en ellas por ejemplo, o las palmas de las manos y el frescor en las puntas de los dedos. O, por supuesto, con cualquier otra parte del cuerpo.

Hacer esto, que quizá roza la maestría, me ahorra mucha energía, juicios, peleas internas o externas, y me otorga calma e incluso más paz.

 

¿Que no siempre funciona?!

Para algunas personas es tal vez más fácil interrumpir el discurso que alimenta la emoción y a su vez la sensación.

He explicado lo que he descubierto acerca de interrumpir una vivencia emocional viciada, que no me interesa, y he constatado que al interrumpir el proceso (químico ?) de la emoción, interrumpo el discursillo mental.

Seguramente para otras personas resulte más fácil intentar cortar la cháchara narrativa para apagar sus manifestaciones corporales.

Por algún motivo me está resultando más cómodo (que no sé aún qué tan fácil) y más orgánico rescatar la energía que invierte el organismo en esos procesos de respuesta frente a un estímulo, en este caso un estímulo que se corresponde con algo que dijo o hizo alguien, no un estímulo que requiere realmente de una adaptación psico-corpóreo-emocional. Porque es lo que me ocurre, aún, muchas veces, una cosilla de nada desencadena un torrente (bueno, no tan torrente pero puede llegar a serlo) que no se corresponde con el requerimiento de respuesta frente al suceso. Una cosa es sentir rabia por un hecho injusto con el que me tope y otra cosa es sentir rabia por un comentario o una situación nimia.

Y sí, para quien lo piense, hay una manipulación de la respuesta emocional, cierto, pero la prefiero a vivir a merced de las tempestades emocionales y así poder modular ese aspecto y lo que me comporta.

Como diría Elsa Punset, «No es magia, es inteligencia emocional»… yo diría es Mindfulness (Atención plena) aplicado verdaderamente a la vida cotidiana!

 

Mª Rosa Parés Giralt

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