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“Si aumentas la consciencia, los cambios en tu vida vienen solos”

Jon Kabat-Zinn, biólogo molecular, investigador y promotor de Mindfulness en Occidente:

“Tengo 72 años. Catedrático de Medicina en la Universidad de Massachusetts. Llevo 47 años casado, 3 hijos y 3 nietos. Debemos aprender a vivir juntos con nuestras diferencias. La diversidad es una fuerza positiva. Me interesa la experiencia directa de la interconexión, pero no las creencias.”

El reto del científico:

Se levanta a las cuatro de la mañana desde hace más de 40 años para dedicar una hora a la meditación y otra a la práctica del yoga. Yo salto como una pulga: “¡Quiero vivir, ver a los amigos!”. “ Diversión -me contesta con una sonrisa- etimológicamente significa salirte de tu ruta, y si estás enfermo o tienes problemas, es mejor que los resuelvas. Y sabemos científicamente que con la práctica de la atención plena podemos restablecer nuestro equilibrio mental y corporal, estimular la curación y el bienestar. Pero tiene razón, es muy difícil cambiar de estilo de vida”. Un reto que explica paso a paso en su ya clásico Vivir con plenitud las crisis (Kairós), que ha revisado y ha puesto al día con los nuevos estudios científicos.

Ver artículo completo:

www.lavanguardia.com/lacontra/20160611/402426129962/si-aumentas-la-conciencia-los-cambios-en-tu-vida-vienen-solos.html

 

“Que tu medicina sea tu alimento”

Que una alimentación adecuada es fundamental para el buen funcionamiento del cuerpo, se viene hablando hace décadas.

Que además la alimentación puede influir en la curación o evitación de enfermedades, eso resulta algo más novedoso, si bien Hipócrates (siglo I a.e.c.) ya decía: “Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento “.

Han pasado muchos años desde entonces, pero nuestra dieta se ha visto cada vez más contaminada y desconectada de las necesidades reales de nuestro cuerpo.

El siguiente enlace pertenece al vídeo de una conferencia, dentro del marco de la WACR (Asociación Mundial para la investigación del cáncer), realizada por el Dr. Alberto Martí Bosch que trata con datos científicos y con un humor inigualable cómo enfermamos y cómo sanar modificando los hábitos alimentarios y otras simples acciones. ¡Para aprovechar!

WACR – Dr.Alberto Martí Bosch

 

El cerebro del sistema digestivo

Le llaman ‘el segundo cerebro’. Cuenta con cien millones de neuronas, más que las existentes en la médula espinal, y produce el 90% de la serotonina, la ‘hormona de la felicidad’. Es nuestro sistema digestivo. Y está de moda. Varios libros que relatan sus capacidades se han convertido en un best-seller. Defienden al intestino, «ese gran desconocido, la oveja negra de los órganos», como escribe la investigadora alemana Giulia Enders. Vayamos por partes.

En 1999, Michael D, Gershon, investigador, profesor y director del Departamento de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia, en Nueva York, publicó ‘The second brain’ (El segundo cerebro). Gershon ha sido el precursor de una nueva ciencia denominada ‘neurogastroenterología’, que se ocupa de los síntomas de los trastornos psicosomáticos con expresión gastrointestinal, y los relaciona con el sistema nervioso central.

En un libro, que a veces parece una novela de aventuras, cuando debe presentar en los congresos de neurocientíficos, sus conclusiones sobre el sistema nervioso del aparato digestivo, Michael D. Gershon, pone luz sobre desconocidas capacidades del mismo. «Considerar la humilde tripa y su sistema nervioso no es algo que acelere el pulso», escribe. «Ningún poeta ha cantado una oda al intestino y, siendo francos, el consenso popular es que el colon es una pieza más bien repulsiva de nuestra anatomía».

Pero él dedicó 30 años al estudio de las capacidades del sistema digestivo. «Y fue una ruta tortuosa», reconoce. «Hablar de un sistema nervioso ‘simple’ es un oxímoron y ahora sabemos que hay un cerebro en el vientre, por muy inapropiado que el concepto nos pueda parecer».

Él lo tuvo claro a raíz de sus investigaciones, pero no la comunidad científica de los neuroinvestigadores, a los que se vio en la necesidad de convencer. «Para ellos, el sistema nervioso entérico, directamente no existía. (…) Los neurocientíficos, como grupo, tienden a pensar que el cuerpo entero existe solo para sostener al cerebro».

Sus resultados le dieron la certidumbre de que «el sistema nervioso entérico puede ser entendido como el cerebro emigrado al sur y que no es tan diferente del cerebro».

A las investigaciones de Michael D. Gershon se refiere en su libro ‘Inteligencia digestiva’ Irina Matveikova, doctora rusa afincada en Madrid, que ha solido pasar consulta en San Sebastián. «El doctor Gershon consiguió confirmar que nuestro sistema nervioso digestivo tiene su propia actividad cerebral e inteligencia», dice. «Su ensayo representó un salto cualitativo en la información sobre el sistema nervioso entérico con respecto a los conocimientos médico científicos aceptados hasta entonces».

Según los nuevos datos, la cifra de neuronas que se encuentran en la red del intestino delgado llega a situarse en los 100 millones. «Esta cifra representa un número considerablemente mayor que el de las neuronas de la médula espinal. El cerebro de las tripas es la mayor fábrica responsable de la producción y almacenamiento de las sustancias químicas conocidas como ‘neurotransmisores’, la mayoría de las cuales son idénticas a las del sistema nervisoso central, tales como la acetilcolina, la dopamina y la serotonina. Son sustancias que regulan nuestro ánimo, bienestar emocional y psicológico y resultan esenciales para la correcta comunicación entre las neuronas y el sistema de vigilancia. Representan a las ‘palabras’ en el idioma neuronal».

La variedad de neurotransmisores en nuestras tripas -destaca Irina Matveikova- es referencia «clara y evidente» de la complejidad y riqueza «del idioma digestivo» y su capacidad de ejercer las funciones neuronales, así como de expresar sus propias emociones.

Uno de los intensos retos que Michael D. Gershon relata en su libro es el de demostrar, ante la comunidad científica, que el 90% de la serotonina, la famosa hormona de la felicidad y el bienestar corporal, se produce y se almacena en el intestino. «Allí regula los movimientos peristálticos y la transmisión sensorial», recuerda Matveikova. «Y solamente el 10 por ciento restante de la serotonina del cuerpo se sintetiza en las neuronas del sistema nervioso central, es decir, en el cerebro superior».

Esa pequeña cantidad de serotonina que se produce en el cerebro tiene una importancia vital para el ser humano, ya que cumple funciones como la regulación del estado de ánimo, a partir de la sensación de calma y bienestar, el apetito, el sueño o la contracción muscular. Interviene además en funciones cognitivas como la memoria y el aprendizaje. «La serotonina es un mensajero de felicidad, gracias al cual las neuronas pueden comunicarse, liberándola y volviéndola a captar, según las necesidades», dice la doctora.

Las investigaciones de Gershon permiten hoy asegurar que existe una comunicación continua entre ambos cerebros. Una comunicación «compleja, democrática y respetuosa», asegura Matveikova.

Fuente: El Diario Montañes (www.eldiariomontanes.es/sociedad/salud/201511/06/segundo-cerebro-20151106083153.html).

 

El corazón tiene cerebro

Que el corazón tiene cerebro es una metáfora, ¿no?
No. Se ha descubierto que el corazón contiene un sistema nervioso independiente y bien desarrollado con más de 40.000 neuronas y una compleja y tupida red de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo.

¿Es inteligente?
Gracias a esos circuitos tan elaborados, parece que el corazón puede tomar decisiones y pasar a la acción independientemente del cerebro; y que puede aprender, recordar e incluso percibir. Existen cuatro tipos de conexiones que parten del corazón y van hacia el cerebro de la cabeza.

Primera…
La comunicación neurológica mediante la transmisión de impulsos nerviosos. El corazón envía más información al cerebro de la que recibe, es el único órgano del cuerpo con esa propiedad, y puede inhibir o activar determinadas partes del cerebro según las circunstancias.

¿Significa eso que el corazón puede influir en nuestra manera de pensar?
Puede influir en nuestra percepción de la realidad y por tanto en nuestras reacciones.

Segunda conexión…
La información bioquímica mediante hormonas y neurotransmisores. Es el corazón el que produce la hormona ANF, la que asegura el equilibrio general del cuerpo: la homeostasis. Uno de sus efectos es inhibir la producción de la hormona del estrés y producir y liberar oxitocina, la que se conoce como hormona del amor.

Tercera…
La comunicación biofísica mediante ondas de presión. Parece ser que a través del ritmo cardiaco y sus variaciones el corazón envía mensajes al cerebro y al resto del cuerpo.

Cuarta…
La comunicación energética: el campo electromagnético del corazón es el más potente de todos los órganos del cuerpo, 5.000 veces más intenso que el del cerebro. Y se ha observado que cambia en función del estado emocional. Cuando tenemos miedo, frustración o estrés se vuelve caótico.

¿Y se ordena con las emociones positivas?
Sí. Y sabemos que el campo magnético del corazón se extiende alrededor del cuerpo entre dos y cuatro metros, es decir, que todos los que nos rodean reciben la información energética contenida en nuestro corazón.

¿A qué conclusiones nos llevan estos descubrimientos?
El circuito del cerebro del corazón es el primero en tratar la información que después pasa por el cerebro de la cabeza. ¿ No será este nuevo circuito un paso más en la evolución humana?

¿…?
Hay dos clases de variación de la frecuencia cardiaca: una es armoniosa, de ondas amplias y regulares, y toma esa forma cuando la persona tiene emociones y pensamientos positivos, elevados y generosos. La otra es desordenada, con ondas incoherentes.

¿Aparece con las emociones negativas?
Sí, con el miedo, la ira o la desconfianza. Pero hay más: las ondas cerebrales se sincronizan con estas variaciones del ritmo cardiaco; es decir, que el corazón arrastra a la cabeza. La conclusión es que el amor del corazón no es una emoción, es un estado de conciencia inteligente.


Ya ve, el cerebro del corazón activa en el cerebro de la cabeza centros superiores de percepción completamente nuevos que interpretan la realidad sin apoyarse en experiencias pasadas. Este nuevo circuito no pasa por las viejas memorias, su conocimiento es inmediato, instantáneo, y por ello, tiene una percepción exacta de la realidad.

Parece ciencia ficción.
Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón crea un estado de coherencia biológico, todo se armoniza y funciona correctamente, es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas.

Pues parece que nadie lo utilice…
Es un potencial no activado, pero empieza a estar accesible para un gran número de personas.

¿Y cómo puedo activar ese circuito?
Cultivando las cualidades del corazón: la apertura hacia el prójimo, el escuchar, la paciencia, la cooperación, la aceptación de las diferencias, el coraje…

¿Santos las 24 horas?
Es la práctica de pensamientos y emociones positivas. En esencia, liberarse del espíritu de separación y de los tres mecanismos primarios: el miedo, el deseo y el ansia de dominio, mecanismos que están anclados profundamente en el ser humano porque nos han servido para sobrevivir millones de años.

¿Y cómo nos libramos de ellos?
Tomando la posición de testigos, observando nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos, y escogiendo las emociones que nos pueden hacer sentir bien. Debemos aprender a confiar en la intuición y reconocer que el verdadero origen de nuestras reacciones emocionales no está en lo que ocurre en el exterior, sino en nuestro interior.

Ya.
Cultive el silencio, contacte con la naturaleza, viva periodos de soledad, medite, contemple, cuide su entorno vibratorio, trabaje en grupo, viva con sencillez. Y pregunte a su corazón cuando no sepa qué hacer.

Annie Marquier, matemática e investigadora de la conciencia
Fuente: La Vanguardia (La contra) (www.lavanguardia.com/lacontra/20120314/54267641495/annie-marquier-corazon-cerebro.html)

 

El síntoma

Hola, tengo muchos nombres: dolor de rodilla, grano, dolor de estómago, reumatismo, asma, mucosidad, gripe, dolor de espalda, ciática, cáncer, depresión, migraña, tos, dolor de garganta, insuficiencia renal, diabetes, hemorroides, y la lista sigue y sigue. Me he ofrecido como voluntario para el peor trabajo posible: ser el portador de noticias poco gratas para ti.

Tú no me comprendes, nadie me comprende. Tú piensas que quiero fastidiarte, echar a perder tus planes de vida, todos piensan que quiero entorpecerles, hacerles daño o limitarles. Y no, eso sería un completo disparate. Yo, el síntoma, simplemente intento hablarte en un lenguaje que comprendas. Que entiendas.

A ver, dime algo: ¿Tú irías a negociar con terroristas, tocando a su puerta con una flor en la mano y una camiseta con el símbolo de “paz” impreso en la espalda? ¿No, verdad? Entonces, por qué no comprendes que yo, el síntoma, no puedo ser “sutil” y “suavecito” cuando debo darte el mensaje… Me golpeas, me odias, con todo el mundo te quejas de mi, de mi presencia en tu cuerpo, pero no te tomas ni un segundo en razonar y tratar de comprender el motivo de mi presencia en tu cuerpo.

Sólo te escucho decirme: “Cállate”, “Vete”, “Te odio”, “Maldita la hora en que apareciste”, y mil frases que me hacen impotente para hacerte comprender. Pero yo debo mantenerme firme y constante, porque debo hacerte entender el mensaje.

¿Qué haces tú? Me mandas a dormir con medicinas. Me mandas callar con tranquilizantes, me suplicas desaparecer con antiinflamatorios, me quieres borrar con quimioterapias. Intentas día a día, taparme, sellarme, callarme. Y me sorprende ver que a veces, hasta prefieres consultar brujas y adivinos para que de forma “mágica” yo me vaya de tu cuerpo. Y yo, cuando mi única intención es darte un mensaje, soy totalmente ignorado.

Imagínate que soy esa alarma con sirena en el Titanic, esa que intenta de mil formas decirte que de frente hay un iceberg con el que vas chocar y hundirte. Sueno y sueno por horas, por días, por semanas, por meses, por años, intentando salvar tu vida, y tú te quejas porque no te dejo dormir, porque no te dejo caminar, porque no te dejo trabajar, pero sigues sin escucharme… ¿Vas comprendiendo?!

Para ti, yo el síntoma, soy “La Enfermedad”. Qué cosa más absurda. No confundas las cosas.

Y vas al médico, y pagas por docenas de consultas médicas. Gastas dinero que no tienes en medicamento tras medicamento. Y sólo para callarme.

¡Yo no soy la enfermedad, soy el síntoma! ¿Por qué me callas, cuando soy la única alarma que está intentando salvarte?

La enfermedad eres tú, es tu estilo de vida, son tus emociones contenidas, eso sí es la enfermedad. Y ningún médico aquí en el planeta tierra sabe cómo combatir enfermedades. Lo único que hacen es combatirme, combatir el síntoma. Callarme, silenciarme, desaparecerme. Ponerme un maquillaje invisible para que tú no me veas.

Y sí, está bien si ahora que lees esto, te sientes un poco molesto sí. Esto debe ser algo como “un golpazo a tu inteligencia”. Está bien si por ahora te sientes un poco molesto, frustrado. Pero yo puedo manejar tus procesos bastante bien y los entiendo. De hecho, es parte de mi trabajo, no te preocupes. La buena noticia es que depende de ti no necesitarme más. Depende totalmente de ti, analizar lo que trato de decirte, lo que trato de prevenir.

Cuando yo, el síntoma, aparezco en tu vida, no es para saludarte, no. Es para avisarte que una emoción que contuviste dentro de tu cuerpo, debe ser analizada y resuelta para no enfermarte. Deberías darte la oportunidad de preguntarte a ti mismo: ¿Por qué apareció este síntoma en mi vida?, ¿Qué querrá decirme?, ¿Por qué está apareciendo este síntoma ahora?, ¿Qué debo cambiar en mí para ya no necesitar de este síntoma?

Si dejas este trabajo de investigación sólo a tu mente, la respuesta no te llevará más allá de lo que has hecho años atrás. Debes consultar también con tu inconsciente, con tu corazón, con tus emociones.

Por favor, cuando yo aparezca en tu cuerpo, antes de correr al doctor para que me duerma, analiza lo que trato de decirte, de verdad que por una vez en la vida me gustaría ser reconocido por mi trabajo, por mi excelente trabajo. Y entre más rápido hagas conciencia del porqué de mi aparición en tu cuerpo, más rápido me iré.

Poco a poco descubrirás que, entre mejor investigador seas, menos veces vendré a visitarte. Y te aseguro que llegará el día en que no me vuelvas a ver ni a sentir. Al mismo tiempo que logres ese equilibio y perfección como “analizador” de tu vida, tus emociones, tus reacciones, tu coherencia, te garantizo que jamás volverás a consultar a un médico ni a comprar medicinas.

Por favor, déjame sin trabajo. ¿O piensas de verdad que yo disfruto lo que hago?

Te invito a que reflexiones, cada vez que me veas aparecer, el motivo de mi visita.

Te invito, a que dejes de presumirme con tus amigos y familia como si yo fuera un trofeo.

Estoy harto de que digas:
“Ay pues yo sigo con mi diabetes, ya ves que soy diabético”.
“Ay pues ya no aguanto el dolor en mis rodillas, ya no puedo caminar”.
“Siempre yo con mi migrañas”.

Me presumes como si yo fuera un tesoro del cual no piensas desprenderte jamás.

Mi trabajo es vergonzoso. Y te debería dar vergüenza presumirme ante los demás. Cada vez que me presumes, realmente estás diciendo: “Miren que débil soy, no soy capaz de analizar ni comprender mi propio cuerpo y mis propias emociones, no vivo en coherencia, ¡mírenme, mírenme!”.

¡Por favor, haz conciencia, reflexiona y actúa! Entre más pronto lo hagas, más rápido me iré de tu vida!

Atte.
El síntoma

(Autor desconocido)

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